Dicen que el temple era la religión de los templarios; los vigilantes de los caminos que conducían a los lugares sagrados.
Templar el cuerpo físico es equilibrar su temperatura. Y, en los metales y cristal, es conseguir el punto exacto de dureza manteniendo su elasticidad, templándolos.
En cuanto al ser humano y su personalidad, se mide su temple por la calidad de su valentía que, si va unida a la armonía de espíritu, consigue suavizar la fuerza al mismo tiempo que la llena de poder, controlando y dirigiendo su vida desde la templanza, sin excesos. Sin que ningún suceso le desborde, le vuelva rígido o le debilite.
No hay comentarios:
Publicar un comentario