En mi, como persona, está la energía vital que me mantiene viva. Esta energía la tomo del aire que respiro y de los alimentos que ingiero. Pero no es sólo mi cuerpo físico quien la procesa y se beneficia de ella. Mis pensamientos son también parte activa y su forma de participar en mí, a través de la Mente, contribuyen a mi bienestar, según el estado de ánimo y de cómo procese las situaciones. Y ligado también a mi cuerpo físico y a mi mente está mi espíritu que no es ajeno en absoluto a mi forma de vivir la vida y a mi estado de felicidad o infelicidad porque contribuye decididamente a darle calidad y sentido a mi vida.
El ser humano menosprecia o ignora su espíritu y vive exclusivamente desde su personalidad. Sin darse cuenta que esa personalidad es meramente circunstancial, impuesta, como un traje de fuerza con el que se le ha ido sujetando a lo largo de su infancia y adolescencia. Ya que, quien realmente ES, -en esencia- está intacto por descubrir en su interior.
Así que, lo primero que tenemos que hacer, una vez tomamos conciencia de ello, es ir al encuentro de nosotros mismos, deshaciéndonos de todos los disfraces y trajes de fuerza que vienen a ser los miedos y los traumas... y ser quien somos.
En el organismo todo está íntimamente interrelacionado. Avanzar en el conocimiento de nosotros mismos es como, mirar atrás, y descubrir las huellas de nuestros orígenes hasta llegar a las estrellas.
Ese conocimiento responde al porqué y cómo de toda la red de conexiones; cómo funcionamos y cómo afectan las cosas unas a otras, no sólo a nivel de nuestro organismo sino también a nivel de nuestro equilibrio mental y espiritual, de la misma manera que el mínimo desequilibrio en una galaxia afectaría a todo el Universo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario