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04 noviembre, 2010

La Tercera Edad


Cuando tienes más de 60 años pueden suceder dos cosas: que eches una ojeada rápida hacia atrás y te asuste lo que ves y luego eches una mirada hacia adelante y te asustes todavía más..., sintiendo que tu vida ni ha tenido ni tiene propósito alguno...

O, que -a estas alturas de tu vida- ya hayas hecho una recapitulación de tu vida, hayas saneado tus penas y heridas, te hayas puesto al día en tus cuentas emocionales, hayas conseguido matrícula de honor por el aprendizaje adquirido... y ahora, en esta tercera etapa que comienza, sentir merecidamente la paz interior y disfrutar del Presente.

Lamentablemente, en esta sociedad moderna, se ha perdido la estructura familiar en la que, cada parte tenía su razón de ser y era importantísima para el bienestar y el desarrollo de cada miembro. Las familias, no hace mucho, eran amplísimas: los abuelos, tíos, primos, sobrinos, yernos y nueras, padres e hijos, todos eran parte del núcleo familiar. A muchos niños de hoy les resulta esto impensable, nunca lo han experimentado, no saben lo que es... lamentablemente...

El "individuo", en su egoísmo, se ha ido aislando, separándose, creyendo en su ignorancia que esa es la forma de preservar lo SUYO (MI independencia, MI felicidad, MI,MI,MIO)... pero cuando llegas a esa tercera etapa del Camino, las cosas se ven diferente. Entonces comienzas a valorar otras cosas que nada tienen que ver con las cosas materiales. Ni siquiera ves o sientes esas fronteras entre el tuyo y el mío... Lo que percibes es que la risa, los abrazos... cualquier gesto amoroso y de alegría se expanden con tanta facilidad que no saben de límites ni términos.

Las situaciones extremas y arriesgadas tan comunes en la juventud ha dado paso en los mayores a la reflexión silenciosa. La estructura de la personalidad, a veces tan rígida, ha quedado atrás de igual forma que el físico va sufriendo toda una transformación imparable. Ahora todo se va haciendo más transparente y ligero...

Prepararnos para las siguientes etapas o al menos finiquitar la ya concluída, para no arrastrar o cargar con cosas del pasado, es una buena práctica que os recomiendo. Vale la pena y es muy útil para disfrutar más del Presente que, en realidad, es lo único Real.

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