En el momento en que nos ponemos en contacto con nuestra naturaleza espiritual más profunda, es cuando nos rendimos a no ir más contra corriente y nos enfrentamos conscientemente a la dualidad de este mundo y sanamos nuestras partes fragmentadas para volvernos íntegros nuevamente.

A veces, los colores de una puesta de sol son inmensamente espectaculares y de una belleza única e irrepetible.
Atentos, vemos cómo en cada fracción de segundo, los colores y formas van mezclándose, a medida que el sol sigue su curso.
Si en esos precisos momentos nos unimos a todo ese despliegue de creatividad y belleza... nos sentiremos envueltos en el esplendor luminoso de la creación cotidiana.
Y esa es la mayor sensación de alegría y libertad.
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