Páginas

20 diciembre, 2011

Me ausenté de mi vida varios años. Tenía una situación tan insostenible y angustiosa que deserté. Me marché desde la ceguera que da la desesperanza. Dejando atrás mis pertenencias más queridas pero también una imagen que era pesada y difícil de llevar. Reconozco que fue una huída y que siempre es la cobardía quien te ordena correr -desaparecer- en cualquier dirección. Mi mente, entonces, estaba expuesta en su fragilidad a ser invadida por pensamientos y sentimientos fantasmas, ajenos a mi misma y que me incapacitaban a pensar y a ser. Así que deserté de mi misma. Y fui testigo pasivo; desde una apatía feroz -loca contradicción- mi alma se asomaba a observar la devastación que estaba creando en mí. El ego agonizaba...

No hay comentarios: