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22 junio, 2006

Estar PRESENTE y amar

A las madres nos corresponde abrir los brazos, incondicionalmente, a los hijos. Sin juzgar, amamos al bueno y al menos bueno, al inteligente y al más perdido de ellos.

Las primeras enseñanzas de la madre se maman y las siguientes las siembra; y es cuando los hijos salen de la adolescencia cuando comienzan ellas a ver que "prendieron" y el trabajo no fue en vano.

Si no es la madre, la que cubra ese papel, será la abuela o una tía... siempre la energía de una mujer sabia y maternal, como refugio tierno y fertil.

Las madres nos ocupamos del campo de la vida. Por eso hay tantas mujeres hoy en día, en su afán desmedido por la "libertad", que no les atrae la maternidad o la atrasan hasta haber cumplico otros objetivos, y es que ser madre, como las labores del campo, requiere sacrificio, entrega y mucho amor por la tierra. La tierra a cambio, agradecida, te entrega calladamente su sabiduría y sus valores.

Las madres, de igual manera, sembramos en los hijos los valores que no se transmiten con palabras.
Las madres, pacientemente, hacemos una labor que no es reconocida muchas veces porque los frutos se recogen a largo plazo; mucho después de la adolescencia, cuando los hijos son ellos mismos, padres y madres.
La figura de la madre está presente cuando se la necesita; en los momentos buenos y malos, y ama a los hijos, por encima de su propio egoísmo humano, de manera incondicional.

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