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30 junio, 2006

Lo que rebaja la calidad como humano, en nuestra especie, es el olvido de nuestra condición natural propia. El que nos vayamos alejando y hayamos dado la espalda, a la Divinidad, supone la pérdida de nuestra identidad profunda y razón de ser en este mundo.
Esto no tiene que ver con la religiosidad de la persona, estamos hablando de haber echado al olvido nuestra naturaleza intrínseca. Y no sólo eso, sino que en nuestra ignorancia y apatía, o en el caso contrario, en nuestro fanatismo, tratamos con desdén o malinterpretamos por exceso de celo, los temas relacionados con nuestra calidad humana.
Las sociedades desarrolladas en general están tan volcadas en lo material y son tan ególatras en su conjunto, haciendo culto a la belleza del cuerpo y a todo lo banal, que ni siquiera le prestan atención –no ya a su propia degradación- sino a la del propio planeta que habitamos y que heredarán nuestros hijos.

A vista de pájaro, la inmensa mayoría de los seres humanos en los países ricos, parecen estar envueltos, por un lado, en todo tipo de excesos; desde el consumismo desenfrenado, a vivir la sexualidad sin ningún tipo de ética y decoro. Por otro lado, viviendo un total abandono sus necesidades espirituales.

Y como la medicina oficial en Occidente no contempla tampoco el que tenemos un cuerpo espiritual y trata las enfermedades del alma a través de la psiquiatría... receta, por dar algo, medicamentos antidepresivos, ansiolíticos... y nos seguimos tirando tierra encima.

Como si la vida se tratase de un simple juego infantil, nos columpiamos, para sentir la sensacion de que volamos, también nos fascina experimentar el vértigo que da el miedo. Como cuando niños, al columpiarnos, jugamos a interpretar, y así nos creemos dueños de la brisa que nos da en la cara al subir muy alto y cosas parecidas.

Sería bueno que, mientras nos columpiamos, estemos atentos a percibir la canción de nuestro espíritu:

"Llevo la conciencia de la inmortalidad en el centro de mi ser. Materia y energía vienen y van, suben y bajan. Soy una presencia eterna y la Presencia Divina está en mí".

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